La construcción del estilo comunicativo a través del estudio de la variación de las formas de primera persona

Óscar J. Rodríguez García

La primera persona del singular en función de sujeto u objeto sintáctico es un recurso fundamental de que se nutre el español (y, por supuesto, muchísimas otras lenguas) para indexar al referente que ejerce el papel de hablante u oyente en el discurso, ya sea este de carácter escrito u oral. No obstante, desde el punto de vista funcional, los hablantes disponen de otro mecanismo de gran utilidad para hacerse presentes en dicho discurso, pero de una manera menos palpable que la del singular; nos referimos al empleo de la primera persona del plural, una forma difusa que integraría a un número de referentes que podría o no concretarse en función del contexto discursivo y, en ocasiones, deja entrever al propio participante sin la necesidad de acudir a la primera del singular, la cual ejercería mucha más fuerza desde el punto de vista pragmático.

La teoría de la variación se encarga de explicar las razones por las que los hablantes se decantan por una u otra de las formas arriba mencionadas. Estas están sujetas no solo a factores relativos a la pragmática, sino también a dos propiedades cognitivas que, además, determinan su significado: la prominencia y la informatividad. A grandes rasgos, la primera de ellas hace referencia al grado de acceso que tiene el receptor con respecto a un determinado referente o entidad y está vinculado a la expresión de estos en el enunciado o el modo en que se indexan en él; mientras tanto, la informatividad es una norma textual que permite evaluar el procesamiento que lleva a cabo el sistema cognitivo del conjunto de los elementos imprevisibles. El mayor o menor grado de prominencia e informatividad se manifiesta fundamentalmente en dos comportamientos relacionados con la variación de los sujetos y los objetos en español: la expresión u omisión de la persona gramatical y la colocación de esta con respecto al verbo en caso de indexarse en el discurso. Además, para determinar su significado sociosituacional, se analiza la relación que existe entre las variantes y una serie de factores covariantes, entre los que se encuentran el tipo de verbo con que coaparecen. La clasificación propuesta responde principalmente a criterios semánticos e integra seis tipos de proceso y dos formas perifrásticas. En cuanto a los procesos, nos encontramos con los de tipo mental (saber, creer, pensar…), relacional (ser, estar, ganar…), material-conductual (consumir, romper, caminar…), verbal (decir, contar, transmitir…) y existencial (llevar, vivir, esperar…); mientras tanto, las perífrasis se han agrupado en tempoaspectuales (acabar de decir, volver a ver…) y modales (tener que decir, poder asegurar…).

Para analizar la variación de las formas objeto de estudio y los mencionados factores, se ha empleado el corpus inédito CINTE, acrónimo de Corpus de Interacciones Escritas, cuyos ejemplos han servido para analizar la variación presente en las formas del singular y del plural. Se trata de una serie de textos escritos elaborados a partir de ciertos estímulos que tenían que ver con cuestiones de la actualidad. En ellos, el interlocutor, que se encontraba in absentia, volcaba contenidos de carácter general sin buscar una finalidad interactiva. Tras su análisis, se ha podido demostrar que el uso de las formas del singular, a pesar de considerarse más frecuente por la intrínseca carga egocéntrica de la comunicación, resultó ser menos habitual que la correspondiente del plural. Solo un 24% de las variantes analizadas de este corpus se corresponde con la primera, mientras que el 76% restante con el plural.

Las formas del singular sirven para hacer alusión a quien transmite el mensaje, esto es, al propio participante que enuncia el discurso, de manera que en la escena comunicativa ganaría protagonismo el referente si este se presentase sintácticamente, más aún si se indexase de manera pospuesta al verbo. Además, acerca al participante a la escena comunicativa, lo cual aumenta su grado de implicación, contrariamente a lo que sucede con las de plural, que lo desdibujan y lo alejan de dicha escena. La expresión del pronombre en función de sujeto yo en el corpus es escasa y ocupa tan solo un 15% de todos los casos del singular, de modo que nos encontramos ante el predominio de variantes cuyo referente tiene un bajo nivel de informatividad textual si tenemos en cuenta que la omisión es la tendencia general y que esta última conlleva un mayor nivel de prominencia cognitiva del referente. En líneas generales, la expresión del referente de singular (yo) es más habitual que en el plural (nosotros), de manera que el nivel de prominencia del referente en este último es menor. Por otro lado, las variantes favorecen la coaparición con una serie de tipos de verbo en unos casos y otros, de modo que los de proceso mental, como creer o pensar, son más habituales en el singular que en el plural. Este hecho determina el nivel de desubjetivación presente en el discurso; por ello, el grado de prominencia e informatividad de cada variante es crucial, pues tanto la expresión como la omisión son diferentes manifestaciones condicionadas por las propiedades cognitivas ya descritas que, en el discurso, crean significados diferentes y conducen a la creación estilos comunicativos. Por ejemplo, en el caso de los pronombres de primera persona del singular que realizan la función de sujeto, la anteposición de los mismos parece ser categórica si consideramos que solo se presentan dos casos de pronombres expresos pospuestos al verbo de un total de 55 indexaciones. Mientras, las del plural son más abundantes y, al mismo tiempo, las más interesantes, pues esconden una serie de referentes diversos entre los que se encuentran la correspondiente del singular. Sin embargo, dicho referente no se presenta de manera tan evidente; es más, el acusado empleo de las variantes de plural tiene como finalidad reducir la presencia del que enuncia su discurso en favor de otras personas que vienen incluidas en las formas sintácticas expresas u omitidas. De esta manera, su protagonismo dentro de la escena discursiva se ve reducido y el valor de lo trasmitido pierde su carga individualista. Nos encontramos, pues, con un mecanismo de desubjetivación que crea un estilo comunicativo y, por tanto, existe variación.

Cuando se emplea el plural para transmitir un contenido, tal y como ocurre en el ejemplo (2), el hablante pasa a un segundo plano y la responsabilidad del emisor sobre lo emitido se reduce en favor de la corresponsabilidad que comparte el hablante con las otras personas incluidas, que componen el referente, en este caso todas aquellas comprometidas con el reciclaje. La diferencia entre este caso y lo que sucede en el ejemplo (1), ambos con las formas del verbo hacer, radica en el nivel de implicación y el diferente peso pragmático de lo expresado, más acusado en el singular. El hecho de volcar toda la carga de responsabilidad sobre esta última variante puede explicarse por la aparición de verbos de proceso mental, como se aprecia en el ejemplo (2), especialmente si se indexa el sujeto o el objeto, aunque esta opción no es la más habitual.

(1) Con este experimento ø me he dado cuenta de muchas de las cosas que ø he estado haciendo mal durante toda mi vida (CINTE <Mood17>).

(2) el problema viene cuando el trabajo que ø hemos hecho en casa, en el trabajo, en la escuela… sale y va a las plantas de reciclaje (CINTE <Mood18>).

Con respecto al resto de verbos, los de proceso mental suponen el 55% del total, en contraposición a lo que ocurre con el plural, donde estos, aunque siguen siendo los predominantes, rozan el 26% y mantienen cierto equilibrio con los restantes. Por ejemplo, junto con las formas de plural, el segundo más habitual es la perífrasis modal (20%).

En este corpus, nos encontramos con que la expresión del sujeto es mucho menor en la mayor parte de los casos, tal como atestiguan los ejemplos (3) y (4), aunque sí es cierto que se dan ciertas tendencias: la primera de ellas, que esta, como se aprecia en el ejemplo (5), es más habitual en las formas del singular; la segunda, que el porcentaje de expresión es mayor en los verbos de proceso mental y verbal, especialmente en los casos de primera persona, tal como puede verse en la coaparición del verbo de proceso mental creer junto al pronombre en función de sujeto antepuesto del ejemplo (5) o la expresión del objeto a mí junto al verbo parecer en el ejemplo (6). Además de los de proceso mental, casi exclusivos de las formas de singular, son también frecuentes los verbos de proceso relacional (compartir, dar, estar…) y verbal (decir, preguntar…), mientras que en las de plural, como ya hemos señalado, los de proceso mental y las perífrasis modales, especialmente las que pueden conjugarse con las formas analizadas, suponen el 45% del total.

(3) ø Siento vergüenza porque muchas personas que tienen estos pensamientos son jóvenes que serán el futuro del mundo (CINTE <Mood17>).

(4) cuando ø sentimos algo tan profundo en parte ø nos estamos arriesgando a ser dañados por esa persona si el sentimiento no es mutuo (CINTE <Mood17>).

(5) yo creo que esa es la clave para que nuestra sociedad sea mas igualitaria y con menos diferencia social y económica (CINTE <Mood18>).

(6) si esta canción se dirigiera a otro grupo social […] este rapero no hubiese sido condenado, de hay que a mi me parezca injusto su condena (sic) (CINTE <Mood18>).

El significado de las formas de primera persona del singular y del plural es diferente y radica, pues, en el mayor o menor grado de prominencia e informatividad de los referentes del discurso. La variación y sus propiedades cognitivas dan lugar a la creación de estilos comunicativos, que se distribuyen sociosituacionalmente, y a la gradación del nivel de subjetivación del discurso, el cual parece mayor en las formas de primera persona del singular y, más concretamente, en la variante expresa. La razón por la cual el nivel de subjetivación aumenta radica en el incremento de la informatividad textual de su referente, que se concibe como la forma sintáctica prototípica que lo coloca en el primer plano de la enunciación; mientras tanto, la desubjetivación se aprecia en discursos donde predominan las formas de primera persona del plural, que esconden al referente singular en construcciones morfológicas y clíticos que pasan a un segundo plano al referente singular responsable de lo que dice. En otras palabras, cuando aumenta la responsabilidad que tiene el referente del discurso sobre la enunciación, el empleo de las formas cuyo referente es menos prominente y más informativo da lugar a que el nivel de subjetivación aumente. Este fenómeno es más apreciable en las formas de primera persona del singular que en las del plural; por eso, el hecho de que los participantes se decanten en mayor medida por las formas de plural en detrimento de las de singular da lugar a un estilo desubjetivador. Sí deben tenerse en cuenta, no obstante, los tipos de verbo que coaparecen con las formas de primera persona del singular y del plural. Así, los de proceso mental lo hacen con más frecuencia en el singular, mientras que su frecuencia se reduce a la mitad en el plural, lo que también ayuda a determinar el grado de subjetivación que tiene cada variante y evidencia las numerosas posibilidades que existen para establecer el valor comunicativo del discurso en cada contexto.

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